Encaramos la recta final de nuestra aventura Mexicana. El último fin de semana en tierras sudamericanas hemos exprimido cada segundo. Hemos visitando una de las ciudades más bonitas de este país, con visita incluida de nuestro podólogo Español que lleva viajando por temas de trabajo a México desde hace casi 30 años.
Hemos hecho la promesa de que volveremos, como el año pasado dije al dejar Iten, o la primera vez que subí a la montaña granadina. Y siempre las he cumplido. Sé que no será nuestra última vez en el Conejo, volveremos a hacer series en Valle del Bravo, al 7/24, subiremos a morir rodando a 5min/km a 4500 metros de altitud del Nevado de Toluca, correremos por el bosque de película del Ocotal y regresaré para subir la Iglesia.
Viajar es una brutalidad, te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar. Tus amigos, tu familia, tu casa… Estás en un contínuo desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de sueño, los caminos y tu mente. Todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno, o hacia lo que imaginamos como tal